1
Rescata con piedad
Los que perecen,
Para salvarlos de muerte͜ eternal;
Llora por todo͜ aquel
Que͜ está perdido,
Dile de Cristo el fuerte͜ en salvar.
Los que perecen,
Para salvarlos de muerte͜ eternal;
Llora por todo͜ aquel
Que͜ está perdido,
Dile de Cristo el fuerte͜ en salvar.
Guía͜ al perdido,
Alza͜ al caído.
Con compasión Jesús
Los salvará.
Alza͜ al caído.
Con compasión Jesús
Los salvará.
2
En ellos hay desdén,
Mas Cristo͜ espera,
Al penitente El quiere͜ atender;
Insiste con fervor
Y con ternura,
Perdonará a los que cre͡an en El.
Mas Cristo͜ espera,
Al penitente El quiere͜ atender;
Insiste con fervor
Y con ternura,
Perdonará a los que cre͡an en El.
3
La gracia sanará
Los sentimientos
Tan aplastados por el tentador;
De nuevo vibrarán
Las cuerdas rotas,
Al ser tocadas por tan grande͜ amor.
Los sentimientos
Tan aplastados por el tentador;
De nuevo vibrarán
Las cuerdas rotas,
Al ser tocadas por tan grande͜ amor.
4
A todos rescatad,
Es el encargo,
Para la obra da fuerza͜ el Señor;
Tráelos a la verdad
Con fe͜ y paciencia,
Dile͜ al errante que Cristo murió.
Es el encargo,
Para la obra da fuerza͜ el Señor;
Tráelos a la verdad
Con fe͜ y paciencia,
Dile͜ al errante que Cristo murió.
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En nuestra predicación del evangelio, necesitamos tener una revelación de Cristo. Sin esta revelación, nuestra predicación del evangelio solamente convencerá a las personas a que se unan a cierta religión y crean en ciertas enseñanzas. Hay un himno que dice: “Rescata con piedad / Los que perecen, / Para salvarlos de muerte eternal; / Llora por todo aquel / Que está perdido, / Dile de Cristo el fuerte en salvar” (Himnos, #414). No podemos decir que este himno esté mal, pero debemos recordar que nuestra predicación del evangelio no consiste simplemente en rescatar a los pecadores, sino más bien en impartirles al Cristo que hemos visto. Si no tenemos una revelación, una visión, de Cristo, nuestra predicación solamente convencerá a otros a que se unan a una religión y crean en algunas enseñanzas. Sin revelación, no podremos hacer que otros vean a Cristo; y sin visión, no podremos impartir a Cristo en otros. Cuando prediquemos el evangelio, debemos tener una revelación; debemos ser como Pablo, quien recibió una revelación de parte de Dios y luego anunció a Cristo entre los gentiles.
Tomado de: Cómo administrar la iglesia Capítulo 8