1
Mi Redentor murió en la cruz,
Pagó las deudas del pecador;
Cuando la sangre se ve por señal
Dios “pasará de vosotros” hoy.
Pagó las deudas del pecador;
Cuando la sangre se ve por señal
Dios “pasará de vosotros” hoy.
Si ve sangre Dios,
Si ve sangre Dios,
Si ve sangre Dios,
Pasará sobre vosotros hoy.
Si ve sangre Dios,
Si ve sangre Dios,
Pasará sobre vosotros hoy.
2
A los más malos Dios salvará,
Como promete, El lo hará;
Pongan su fe en la sangre͜ eficaz
Y “de vosotros Dios pasará“.
Como promete, El lo hará;
Pongan su fe en la sangre͜ eficaz
Y “de vosotros Dios pasará“.
3
Nadie podrá del juicio͜ escapar,
Un justo pagó͜ a todos dará;
Hay que creer en la sangre triunfal,
Y “de vosotros Dios pasará“.
Un justo pagó͜ a todos dará;
Hay que creer en la sangre triunfal,
Y “de vosotros Dios pasará“.
4
¡Qué compasión! ¡Oh qué gran amor!
Cristo mostró por el pecador;
Bajo Su sangre albérguense hoy
Y “pasará de vosotros” Dios.
Cristo mostró por el pecador;
Bajo Su sangre albérguense hoy
Y “pasará de vosotros” Dios.
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Cuando nuestro Redentor murió en la cruz, Él murió como el primero de toda creación, como el postrer Adán, esto es, como cabeza de la humanidad, y además como el propio Dios. Debido a que al morir en la cruz Su Persona tenía estos tres aspectos, Su redención es llamada la redención eterna (He. 9:12). Los dos primeros aspectos lo capacitaron para ser el Redentor, y el último aspecto asegura que Su redención sea eterna, que lo abarque todo y que se mantenga vigente por la eternidad. Por esta razón, Cristo es apto para efectuar una redención adecuada y eterna.
Cuando Juan dijo que la sangre que nos limpia, O que nos redime, es la sangre de Jesús, añadió el título “Su Hijo”, es decir, el Hijo de Dios (1 Jn. 1:7). La sangre que fue derramada en la cruz es la sangre no sólo del hombre Jesús, sino también de Jesús el Hijo de Dios. La sangre de Jesús es la sangre genuina de un hombre. Sólo la sangre humana puede redimir al hombre. Por supuesto, Dios no tiene sangre que pueda derramar, pero aun si la tuviera, esa sangre no sería apta para redimir al hombre. El hombre tiene que ser redimido mediante el derramamiento de sangre humana. Por consiguiente, la sangre de Jesús es la sangre genuina de un hombre genuino que es plenamente apta para redimir al hombre.
No obstante, si la sangre de Jesús fuera sólo la sangre de un hombre, no tendría eficacia eterna. Por tanto, en 1 Juan 1:7 el apóstol Juan añade el título: “Su Hijo”, el Hijo de Dios, para hacer referencia a Su divinidad. Este Jesús no sólo es el Hijo del Hombre que derramó la sangre de un hombre genuino, sino que también es el Hijo de Dios que garantiza la eficacia de Su sangre por la eternidad.
Entrenamiento para ancianos, libro 02: Capitulo 2