1
¿Quieres ser salvo de toda maldad?
Tan sólo͜ hay poder en mi Jesús.
¿Quieres vivir y gozar santidad?
Tan sólo͜ hay poder en Jesús.
Tan sólo͜ hay poder en mi Jesús.
¿Quieres vivir y gozar santidad?
Tan sólo͜ hay poder en Jesús.
Hay poder, poder, sin igual poder,
En Jesús quien murió;
Hay poder, poder, sin igual poder,
En la sangre que͜ El vertió.
En Jesús quien murió;
Hay poder, poder, sin igual poder,
En la sangre que͜ El vertió.
2
¿Quieres ser libre de͜ orgullo͜ y pasión?
Tan sólo͜ hay poder en mi Jesús.
¿Quieres vencer toda cruel tentación?
Tan sólo͜ hay poder en Jesús.
Tan sólo͜ hay poder en mi Jesús.
¿Quieres vencer toda cruel tentación?
Tan sólo͜ hay poder en Jesús.
3
¿Quieres más blanco que la nieve͜ estar?
Tan sólo͜ hay poder en mi Jesús.
¿Quieres ser limpió en Su sangre͜ eficaz?
Tan sólo͜ hay poder en Jesús.
Tan sólo͜ hay poder en mi Jesús.
¿Quieres ser limpió en Su sangre͜ eficaz?
Tan sólo͜ hay poder en Jesús.
4
¿Quieres servir a tu Rey y Señor?
Tan sólo͜ hay poder en mi Jesús.
¿Quieres rendirle a diario loor?
Tan sólo͜ hay poder en Jesús.
Tan sólo͜ hay poder en mi Jesús.
¿Quieres rendirle a diario loor?
Tan sólo͜ hay poder en Jesús.
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En Hechos 20:27 y 28 el apóstol Pablo le dijo a los ancianos de la iglesia en Éfeso: Porque no rehuí anunciaros todo el consejo de Dios. Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño, en medio del cual el Espíritu Santo os ha puesto como los que vigilan, para pastorear la iglesia de Dios, la cual Él ganó por Su propia sangre.
Esto muestra el precioso amor de Dios por la iglesia y la preciosidad, el valor extraordinario, de la iglesia a los ojos de Dios. Aquí el apóstol no menciona la vida ni la naturaleza divinas de la iglesia, como en Ef. 5:23-32, sino el valor de la iglesia como un tesoro para Dios, un tesoro que Él adquirió con Su propia sangre preciosa. Pablo esperaba que los ancianos, los que vigilaban, también valoraran a la iglesia como un tesoro, de la misma manera que Dios. Tanto el Espíritu Santo como la propia sangre de Dios son provisiones divinas dadas a la iglesia que Él valora como un tesoro. El Espíritu Santo es Dios mismo, y la sangre de Dios denota Su obra. La obra redentora de Dios adquirió la iglesia; ahora Dios mismo, el Espíritu vivificante y todo-inclusivo (1 Co. 15:45), cuida de la iglesia por medio de los que vigilan. La propia sangre de Dios es la sangre de Jesucristo. Esto implica que el Señor Jesús es Dios.
Nota 5 de Hechos 20:28 de la Versión Recobro (LSM)
Mexico, Edomex
Bella melodía antigua.